4.10. Entorno vital y experimental
Desde una perspectiva ergonómica, la implementación de los conceptos básicos que articulan el estudio y análisis de la disciplina se puede extender a todos los ámbitos de relación de las personas. Por tanto, la aplicación de conocimientos y principios ergonómicos al diseño de objetos y espacios de interacción nos brinda oportunidades para mejorar las condiciones generales de la vida de los individuos.
Desde una perspectiva global, McCormick considera que las diversas características presentes en nuestro entorno vital juegan un papel importante en la configuración de nuestra calidad de vida, fundamentalmente porque determinan cómo podemos llevar a cabo nuestras actividades. Todo el conjunto de características se interrelacionan entre sí, influenciando nuestros modos de actuar y nuestras experiencias cotidianas. Pero, al mismo tiempo, también nos damos cuenta de que los diversos ámbitos que influyen en nuestro comportamiento presentan diferencias entre sí. Unas diferencias contextuales que están determinadas por los componentes que prioritariamente influyen en nuestra actividad y por el número de individuos que deben compartir esos espacios comunes de interrelación.
«El hombre sólo conquista el espacio dividiéndolo, organizándolo y atrayéndolo hacia sí, materializando sus subdivisiones.»
En el estudio psicológico del espacio que realizan Moles y Rohmer, esta afirmación es utilizada para distinguir cómo los individuos se apropian del espacio que los rodea en función de las diferencias que se establecen en sus vivencias. Estas tipologías, que los autores denominan coquilles, se estructuran a partir de dos aspectos principales: por un lado la configuración física espacial y su formalización objetiva, y por otro lado el espacio cultural y de relaciones sociales, de características fundamentalmente subjetivas.
En el amplio contexto de experimentación, desde una perspectiva ergonómica influyen un conjunto de factores que determinan y definen los aspectos de nuestro entorno vital y, por tanto, la valoración de nuestras experiencias y de la calidad de vida que nos ofrecen nuestros entornos. McCormick propone una clasificación similar en función del tipo de relaciones que establecemos con los espacios que nos rodean. El criterio para diferenciar los espacios sociales de interacción se basa, en este caso, en el grado de definición de los elementos que participan en el tipo de relaciones que se generan:
- más ejecutivas en los dominios próximos (objetividad de la acción),
- más valorativas en ámbitos de carácter social (subjetividad de la acción).
Pero debemos considerar estas dimensiones como unidades interactivas de diferente escala. En cada uno de estos espacios escalares influye lo próximo y lo lejano y, de la misma manera, participan los aspectos objetivos y subjetivos que guían y orientan nuestra actividad. Esta distinción permite considerar un conjunto de variables que pueden ayudarnos a entender qué aspectos pueden ser más relevantes para estudiar y analizar los diferentes contextos.
La clasificación de estos contextos, desde el más próximo al más alejado, se establece a partir de los niveles de interrelación con las cosas y las personas, desde el nivel más íntimo y próximo a los espacios personales y los ámbitos socializados. En todos ellos podemos distinguir características «independientes» del entorno, considerado como contexto global, y las valoraciones «dependientes» que realizan las personas de sus espacios vitales.
Pero en cada nivel de intervención hay que determinar el conjunto de criterios relevantes porque no todos participan ni tienen los mismos efectos en todas las situaciones. Entre los criterios independientes a tener en cuenta podemos enumerar:
- configuración del entorno físico concreto (composición y distribución del mobiliario y accesorios);
- características estructurales del espacio (dimensiones, distribución y conexiones del espacio: puertas, ventanas y pasillos);
- entorno ambiental, interior y exterior (temperatura, iluminación, nivel de ruidos);
- características de los espacios comunes que fomentan diferentes tipos de actividad (tiendas, jardines, espacios de recreo, servicios de transporte).
Las opiniones de los individuos, sus valoraciones subjetivas, nos aportan información para comprender la manera como realizan sus actividades y cómo valoran cada situación. Los datos que nos proporciona esta información son relevantes para conocer la experiencia cotidiana de las personas, sus hábitos y sus patrones de actuación. Según McCormick, los aspectos de nuestro entorno vital que valoran las personas son:
- Comodidad física: correlación morfológica entre objetos y personas.
- Confortabilidad ambiental: temperatura, luz, sonido…
- Adecuación de los espacios físicos: trabajo, ocio, deporte…
- Proximidad a los lugares y movilidad entre ellos.
- Estado personal (físico y emocional) y seguridad.
- Interrelaciones individuales y sociales.
- Valoraciones estéticas, económicas y personales.
En cada una de esas variables dependientes se establecen un conjunto de preferencias personales que difieren de unos individuos a otros y, por ello, es necesario contemplar la diversidad de entornos vitales posibles. La aplicación de la ergonomía al diseño no consiste, sin embargo, en una mera aplicación de guías o modelos predeterminados para diseñar cosas con un cierto sentido común. Si queremos tener en cuenta la variabilidad humana debemos aplicar criterios que ayuden a los diseñadores a proyectar las interacciones de manera más adecuada, desde los niveles más específicos y personales, hasta los más generales y públicos.