4.9. Distribución y organización de componentes en un espacio físico
El diseño puede desempeñar un papel importante en la organización de los componentes que configuran un espacio físico determinado. Desde un punto de vista amplio, el diseño puede intervenir en la definición de cualquier tipo de espacio y volumen con independencia de su escala y tamaño. Los elementos o componentes que nos pueden ayudar a definir estos espacios o volúmenes pueden ser cualquier entidad física, que debemos ubicar en cualquier entorno de experimentación. Los principios que son fundamentales para organizar y distribuir los componentes en los espacios deben coordinarse con el conjunto de secuencias y actividades que queremos planificar.
Los componentes están determinados como las entidades básicas que participan en las actividades a realizar en el espacio. Por ejemplo, al organizar muebles en una oficina determinamos que un escritorio es un componente, pero no la grapadora, el bolígrafo y los papeles que hay en el escritorio. Cuando organizamos un escrito tenemos en cuenta los componentes enumerados, pero no los muebles de la habitación.
Principios de disposición y distribución de componentes
Para organizar y disponer los objetos, sus componentes y los elementos que los configuran, debemos basarnos en diferentes aspectos. En primer lugar, debemos percatarnos y conocer las capacidades y limitaciones humanas a nivel sensorial y, además, orientarnos y guiarnos por las medidas antropométricas y posibilidades biomecánicas de las personas.
Nuestras prácticas cotidianas ponen de manifiesto que no es posible ubicar cada objeto o componente en su posición óptima. Por ello, es necesario establecer un conjunto de directrices o prioridades que ordenen las funciones o tareas que queremos realizar con las cosas. Conocer y utilizar los principios que rigen la disposición de los elementos a partir de las condiciones humanas puede ayudarnos a ubicar o colocar cada componente en un lugar óptimo del espacio dimensional que estemos analizando. Gracias a la aplicación de estos principios podemos establecer y concretar lugares y posiciones para los elementos que configuran las cosas. Un espacio determinado o una ubicación óptima que facilite al máximo la realización de nuestras actividades. El diseño debe orientarnos para formalizar cosas que nos procuren utilidad en cada situación.
En función de los tipos de actividades a realizar se establecen distinciones entre los ámbitos de interrelación. La dependencia entre ellos nos permite distinguir principios para situaciones generales y directrices específicas para situaciones concretas. Para situar objetos y elementos en los ámbitos más generales y para tareas básicas debemos guiarnos por la importancia y frecuencia de las actividades. Para distribuir componentes que guíen esas actividades debemos conocer las funciones y secuencias de usos de las cosas.
McCormick (1980) destaca los siguientes principios orientadores:
- Principio de importancia. Es importante establecer una clasificación del conjunto de tareas a realizar y jerarquizarlas para priorizar aquellos elementos que nos guíen adecuadamente a la consecución de nuestros objetivos.
- Principio de frecuencia de uso. Se refiere a la intervención, espacial y temporal, de los elementos que conducen a la realización de las actividades. Aquí debemos tener en cuenta conceptos como disponibilidad de los elementos, su participación y su uso.
- Principio funcional. Clasificar las funciones a realizar nos permite distribuir, agrupar y ordenar los elementos según las distintas operaciones y actos que se deban llevar a cabo.
- Principio de la secuencia de uso. El conocimiento de cada una de las actividades a realizar y sus interacciones permite establecer modelos que recogen las sucesivas fases y etapas de relaciones que se producen. Los estudios y análisis de las secuencias de uso de los objetos nos permiten implementar criterios de afinidad para distribuir los elementos: proximidad, contigüidad y semejanza.
Para aplicar estos principios en el diseño de objetos se hacen necesarias metodologías que nos aporten datos e información sobre los individuos que usarán esos productos y dispositivos, y sobre cómo realizan las actividades necesarias; también nos hace falta conocer el contexto espacial, lugar y elementos que los integran en cada situación.
Podemos implementar en los proyectos de diseño los datos humanos, dimensionales e información de movimientos, proporcionados por disciplinas como la antropometría y la biomecánica. Por ejemplo, alcances, limitaciones y precisión en los movimientos de dedos y manos al interactuar con dispositivos, dimensiones del mobiliario que usamos para trabajar o de nuestros habitáculos personales.
Por otro lado, el análisis de la secuencia de actividades puede proporcionarnos información muy relevante respecto a cómo organizar y jerarquizar las acciones a desarrollar. El conocimiento de las distintas etapas y fases de ejecución nos permite valorar la frecuencia de las operaciones, su importancia en el conjunto de la actividad y el tiempo que dedicamos a cada una de las acciones. Las técnicas de observación de usuarios, secuencias de fotografías o grabación de vídeo de la actividad nos permiten obtener información directa de la ejecución de movimientos. Otro tipo de técnicas, como entrevistas o encuestas a distintos tipos de usuarios con diferentes niveles de experiencia, orientan la introducción de mejoras de uso gracias a las posibilidades y preferencias que manifiestan los usuarios. Es importante, en todo caso, establecer y realizar procesos iterativos que nos permitan valorar y comprobar las mejoras implementadas y la satisfacción del usuario. Algunas veces es imprescindible verificar la secuencia de actividades por medio de maquetas y prototipos. La simulación física es uno de los métodos más efectivos para visualizar y comprender cómo realizarán las acciones los usuarios (por ejemplo, gráficos y esquemas visuales: wireframe, layouts, etc.)
Finalmente, el entorno vital, su configuración física y ambiental, además del conjunto de actividades que se producen simultáneamente, influyen y condicionan de forma significativa la ejecución de cualquiera de nuestras acciones. El conocimiento y la valoración de datos ambientales referentes a la iluminación, los sonidos y ruidos, los movimientos y las vibraciones, la temperatura y la humedad, pueden ayudarnos a facilitar el uso de los objetos aplicando la información resultante de forma extensiva para favorecer y facilitar su uso para el mayor número de personas posible (accesibilidad y diversidad).
A modo de ejemplo, enumeramos algunas de las pautas generales que debemos tener en cuenta para diseñar espacios en los que se desarrollen actividades relacionadas con dispositivos interactivos como paneles, pantallas o similares:
- Determinar las tareas visuales primarias.
- Especificar los dispositivos que interactúan con las tareas visuales primarias.
- Establecer relaciones de control-visualización (proximidad, compatibilidad de movimientos…).
- Disponer los elementos que se usarán en la secuencia de acciones.
- Colocar y ordenar adecuadamente los elementos que se utilizan con frecuencia.
- Coherencia de la propuesta en relación con su formalización, así como su integración en el diseño general de los objetos.