4.6. Percepción y sensación del movimiento
Los seres humanos disponemos de diferentes sistemas para procesar la diversidad de información que necesitamos para vivir. Veremos cómo nos suministran información los sentidos que capturan los datos de nuestro entorno: los tradicionales sentidos de la vista, el oído y el tacto, más desarrollados, junto con el olfato y el gusto. Constituyen el conjunto de receptores externos de información que podemos identificar, analizar y de los que podemos estudiar cómo funcionan y cuáles son sus limitaciones y capacidades.
Además nuestro cuerpo cuenta con otros sistemas de recepción de información. Son sistemas que aportan información física del funcionamiento de nuestros órganos y de sus implicaciones psicológicas. Este tipo de receptores se clasifican en receptores internos y los denominados propioreceptores. Desde un punto de vista amplio podemos afirmar que la información que nos aportan los receptores internos está relacionada con funciones o disfunciones biológicas. Por otro lado, el sistema de propioreceptores nos suministra información constante de los movimientos y orientación de nuestro cuerpo. Constituyen los receptores del aparato locomotor. Estos receptores sensoriales están localizados en los músculos, tendones, recubrimiento de huesos, los tejidos que recubren los órganos internos y el sistema vestibular (relacionado con el equilibrio y el control espacial). Estos receptores son los encargados de suministrar información de las acciones que realiza y estimula el propio cuerpo y se relacionan directamente con la biomecánica.
Entre este tipo de receptores podemos destacar los cenestésicos, que son los principales suministradores de información de los movimientos de las extremidades y miembros del cuerpo gracias a que se concentran alrededor de las articulaciones. Este tipo de receptores nos transmiten la sensación del movimiento. Los receptores del sistema vestibular, juntamente con los cenestésicos, los de la piel y la información visual y auditiva que percibimos, contribuyen al mantenimiento del equilibrio y a la orientación espacial del cuerpo.
Hemos de tener en cuenta además que la evolución tecnológica de los humanos ha generado nuevas posibilidades de movilidad y de transporte a las que nos hemos ido adaptando progresivamente. Son un conjunto de movimientos de aceleración, de presión, fricción y vibración que producen los distintos aparatos mecánicos y vehículos de transporte que utilizamos para movernos por nuestro medio ambiente, desde los terrestres a los aéreos. «Casi todos posibilitan que el hombre se mueva a velocidades y a través de entornos que antes nunca había conocido y a los que no está biológicamente adaptado» (McCormick, 1980, pág. 336). El autor añade que todos estos movimientos, sus efectos, pueden generar o aumentar una serie de fenómenos psicológicos relacionados con la movilidad, como por ejemplo ilusiones y desorientación.
Otro tipo de sensaciones exteroceptivas, relacionadas directamente con el contacto de la piel con los objetos que nos rodean, son aquellas que derivan principalmente de los avances tecnológicos, procesos mecánicos y de automatización. Entre las sensaciones de contacto entre la piel y los objetos más comunes podemos citar la presión, la fricción y la vibración:
- La presión se produce por el contacto de un objeto en sentido perpendicular a la piel. El efecto de deformación directa de la superficie de la piel genera diferentes tipos de sensaciones en función del área de contacto, la velocidad y el tiempo de duración. Un objeto pequeño genera un estímulo muy concreto y directo que podemos percibir como doloroso, por ejemplo golpes o pinchazos. Por otro lado, en el caso de objetos grandes, la intensidad de la presión que ejercen en la piel puede ayudarnos a delimitar sus contornos y a percibir la forma de los objetos. Las sensaciones que produce la presión de un objeto sobre la piel pueden llegar a pasar desapercibidas si son permanentes, constantes e invariables en el tiempo. El fenómeno de adaptación facilita que el cuerpo se concentre en el procesamiento de la información que es más relevante en cada momento y que no dé importancia ni valor a la información que se genera o produce de forma continua (por ejemplo las sensaciones que nos genera la ropa que llevamos diariamente).
- La percepción del movimiento, en sentido horizontal, que genera un objeto sobre la piel, como si se deslizara por encima de la superficie oprimiéndola ligeramente, es lo que se denomina fricción. En el caso de que el movimiento sea más intenso y reiterado en el tiempo, puede llegar a producir sensación de dolor y de quemazón por aumento de la temperatura de la piel. Este tipo de movimiento es percibido de forma constante, los receptores están continuamente estimulados y enviando información y, por esta razón, el cuerpo no suele adaptarse a este tipo de sensaciones.
- Por último, tenemos el movimiento vibratorio, que aparece como una combinación de movimientos de presión y de fricción que generan deformación elástica de la piel y que se van produciendo periódicamente y de forma alterna o por movimientos oscilatorios.