4. Ergonomía

4.5. Usuarios e información

En el caso de objetos que estructuran su funcionamiento a partir de sistemas o elementos de información es importante establecer y determinar el tipo de personas o usuarios que utilizarán estos productos. Definir el grupo de personas que utilizarán esos objetos facilita determinar las características particulares de los usuarios y, principalmente, las capacidades y limitaciones que afectan al procesamiento de la información. Como bien señalan Dul y Weerdmeester, «los usuarios tienen que absorber más y más información a velocidades y complejidad cada vez más altas» (2008, pág. 43) y, por esta razón es importante conocer los aspectos y características generales de las personas que potencialmente usarán esos productos. En general deben interesarnos:

  • edad, idioma y cultura;
  • niveles de educación, conocimientos y experiencias sobre sistemas y objetos de uso similar;
  • necesidades especiales y accesibilidad a la información.

Además, si tenemos en cuenta el proceso de globalización en el que está inmersa la sociedad actual, debemos conocer las diferencias culturales de los usuarios en función de sus orígenes y comunidades culturales. Las diferencias interculturales se manifiestan principalmente en el uso y tratamiento de los elementos simbólicos propios de cada comunidad:

  • Algunos de los símbolos aceptados y usados con frecuencia por una cultura pueden ser considerados ofensivos por otra.
  • Las particularidades culturales imprimen singularidades en el significado de los símbolos (no existe una simbología universal).
  • El significado emocional que se adjudica a los colores varía de una cultura a otra.
  • Diferencias en el orden de la lectura y en la distribución de la información (arriba-abajo, izquierda-derecha).

Información. Los seres humanos utilizamos la información que nos proporcionan nuestros sentidos, en su conjunto, para captar y conocer la realidad que nos rodea. Normalmente utilizamos diferentes sentidos para obtener información de los objetos y de nuestro entorno, conjunta y simultáneamente. Como dice Merleau-Ponty nuestro cuerpo se orienta hacia la percepción para sentir las cosas que nos rodean.

Los dispositivos tecnológicos aprovechan nuestras capacidades sensoriales para diversificar la información que necesitamos para interactuar con ellos. Esta multiplicidad informativa no supondrá ningún problema de procesamiento para las personas siempre que sea compatible con nuestros sentidos, esté sincronizada y sea complementaria. Las personas suelen utilizar conjuntamente los sentidos de la vista, el oído y el tacto en la mayoría de sus interacciones con los objetos, por ejemplo en la conducción de un vehículo o en el uso de un teléfono móvil. Pero también sabemos que la atención que solicitan los distintos sentidos, junto con la cantidad de información que hemos de procesar para actuar adecuadamente, puede generar dificultades en su recepción e incluso llegar a producir saturación por exceso de información o por incompatibilidad perceptiva.

Con todo y eso, también sabemos que la coexistencia y simultaneidad de estímulos puede ayudar a asimilar volúmenes de información de manera muy efectiva y, al mismo tiempo, disminuir las demandas de memoria y recuerdo de los usuarios. Es más, diversificar la información emitida por medio de diferentes canales perceptivos facilitará su procesamiento y su comprensión. La llamada interacción multimodal recomienda que la información importante sea transmitida por diferentes canales sensitivos; de esta manera, la diversidad de estímulos asegura que los mensajes lleguen efectivamente a sus destinatarios.

Información visual. Los seres humanos obtienen y captan una gran cantidad de información mediante los ojos. Los ojos constituyen la fuente más importante de información y la vista es el sentido corporal al que más recurrimos para descubrir las cosas que nos rodean. Por tanto, es fundamental tener en cuenta las capacidades visuales para prever la forma en que se presenta o se muestra la información y adecuarla al mayor número posible de personas. De la misma manera debemos valorar las limitaciones visuales de los individuos y facilitar mecanismos para que accedan fácilmente a la información necesaria.

En la formalización de la información deberíamos generalizar y aplicar las siguientes directrices:

  • visibilidad de la tipografía,
  • legibilidad de caracteres para presentar información visual de manera eficaz (tamaño, contraste, claridad, espaciado, etc.),
  • uso explícito de recursos gráficos (diagramas y pictogramas) y códigos visuales (símbolos y signos) fáciles de entender,
  • uso de los principios perceptivos aplicables al diseño (figura/fondo, límites de la figura, cerramiento, simplicidad, unidad).

Los elementos y objetos que priorizan la información visual son (McCormick, 1980):

  • pantallas cuantitativas y cualitativas,
  • indicadores de estado o situación, luces de señal y alarma (tamaño, luminancia, tiempo de exposición, color, frecuencia de destello, fondos),
  • pantallas y dispositivos de previsualización de datos.

Información auditiva.  Las señales auditivas se han reservado, tradicionalmente, para complementar la información visual, sobre todo en aquellos casos en que la interacción demanda mucha atención a la vista. Los sonidos se han utilizado para informar de acciones concretas y determinadas, como por ejemplo advertencias, confirmaciones, etc.  Este papel secundario se fundamenta en la sensibilidad humana a los sonidos, principalmente la frecuencia y la tonalidad, que  pueden llegar a ser desagradables e irritantes si se repiten durante largos periodos de tiempo. Por esta razón, los canales auditivos se han reservado para la comunicación interpersonal, verbal y para transmitir y percibir composiciones musicales.

La comunicación hablada se ha ido incorporando progresivamente, en los últimos años, a ordenadores, teléfonos móviles y otros tipos de dispositivos que utilizan sistemas de reconocimiento automático y de respuesta por voz. La evolución tecnológica ha facilitado que los nuevos aparatos electrónicos imiten el habla y sean capaces de reproducirla con niveles de calidad comparables a la voz real. Pero hasta el momento a estos dispositivos les es más fácil sintetizar el habla que reconocerla correctamente. En la práctica, estas posibilidades de comunicación amplían los ámbitos de interrelación entre personas y objetos. Sus ámbitos de aplicación deben ser explorados y evaluados teniendo en cuenta el grado de aceptación personal y en función del tipo de reacciones que producen en los usuarios.

En general, se recomiendan un conjunto de directrices para facilitar los procesos de comunicación y de interrelación auditivas. Las características de sonido y habla que se recomienda aplicar a objetos y dispositivos deben dotar a los usuarios de opciones de control y de regulación del proceso:

  • Seleccionar intensidad de sonido y tono correcto.
  • Escoger melodías y tonos para diversas funcionalidades.
  • Modificar la velocidad del discurso para facilitar su comprensión (acelerar o ralentizar su reproducción).
  • Posibilidad de repetir, pausar y reiniciar los mensajes.

Sanders y McCormick establecen un conjunto de características que dependen, por un lado, de las capacidades humanas relacionadas con la recepción y comprensión de los estímulos acústicos y, por otro, de las relaciones naturales y aprendidas que los seres humanos asociamos a los sonidos:

  • detección (presencia de sonido, funciones de captación y atención),
  • discriminación relativa (diferenciación de la señal significativa, capacidad de disociación),
  • identificación absoluta (reconocimiento particular de la señal, principio de invariabilidad).

Estas características pueden ayudarnos a valorar cuándo podemos priorizar la transmisión de información por canales auditivos:

  • situaciones de sobrecarga visual
  • espacios poco iluminados que limiten la visión
  • emisión de mensajes cortos y simples
  • cambios frecuentes de información
  • avisos directos y actuaciones concretas
  • actividades en movimiento

Información táctil. Utilizamos el sentido del tacto para aproximarnos a las cosas y para utilizarlas en las actividades que queremos llevar a cabo. Esta es la principal aportación del tacto respecto a los otros sentidos que utilizamos para interactuar con nuestro entorno. A diferencia de los sentidos visual y auditivo, el tacto nos permite obtener información de las cosas, manipularlas y modificarlas. De esta manera el tacto es a la vez receptor de información de las cualidades materiales y formales de las cosas y puede actuar alterando y variando las características que estas presentan. Pero en realidad el sentido del tacto forma parte de un sistema sensorial mucho más amplio y complejo que también comprende la sensibilidad cutánea (de la piel) y la conciencia del movimiento y del equilibrio. De hecho, el término adecuado para referirnos a al conjunto de estímulos que capta este sentido sería el de somestésico, la percepción de las sensaciones del cuerpo, tanto en posiciones estáticas como en movimiento.

Nuestro sistema nervioso central procesa la información que recibe mediante los diversos receptores y analiza todos estos datos de forma simultánea para obtener una comprensión general de aquello que sucede en nuestro interior y su relación con el exterior. La somestesia o sensibilidad corporal recoge y utiliza todos los canales de información para posicionar a las personas respecto a las actividades que desean realizar.

Veremos más adelante, en el apartado de sensación y movimiento, cómo nos guían algunos de estos receptores en nuestra adopción de posiciones y en la orientación espacial. Mientras, aquí veremos el denominado tacto directo y voluntario como aquel que nos suministra información concreta por medio del contacto con las cosas. Un contacto que tenemos, principalmente, con determinados segmentos corporales de nuestras extremidades superiores: las manos y los dedos.

Nuestro conocimiento del mundo, de aquello que nos rodea, depende fundamentalmente de nuestra interacción con las cosas mediante las manos y los dedos. Las manos son las ejecutoras principales de todas aquellas acciones que queremos realizar y, por tanto, intervienen directamente en casi todas nuestras actividades. Las manos nos permiten tocar y obtener información directa de las cosas, tanto para conocerlas como para manipularlas. Además, las cualidades de las cosas que pueden ser captadas por las manos ofrecen información que se incorpora en la secuencias de acciones que realizamos.

Para acercarnos y comprender nuestro entorno utilizamos las manos por su función exploratoria y calibradora. Por un lado, nos permite descubrir y conocer la materialidad de las cosas evaluando las principales características y cualidades que presentan los objetos y, por otro, nos facilitan datos sobre los tamaños, texturas y volúmenes que constituyen las cosas. Fijémonos en la imagen siguiente y en la equivalencia que se establece entre algunas dimensiones de la mano y algunas raciones de la alimentación.

En general, hemos utilizado el tacto en el desarrollo de actividades de interacción con aparatos o dispositivos por medio de un conjunto de elementos que nos permiten controlar la información que queremos intercambiar. Botones, reguladores e interruptores nos proporcionan información táctil para determinar cómo deben funcionar los aparatos. La disposición superficial de estos componentes nos facilita su localización, su uso y nos ofrece retroalimentación para saber en cada momento el estado de actividad en que participan.

El conocimiento de la secuencia de uso de los controles o mandos de funcionamiento de los aparatos y la capacidad humana para aprender la secuencia de uso facilita la adquisición de hábitos de acción que nos permiten realizar actividades rutinarias. Estos hábitos adquieren importancia en el momento en que debemos manipular un conjunto de componentes que quedan fuera de nuestro campo visual. Por ejemplo, la capacidad concurrente en el tiempo de escribir con un teclado físico y visualizar el resultado de nuestras acciones en la pantalla.

Además de los dispositivos electrónicos que utilizamos normalmente (teléfonos móviles, ordenadores, dispositivos de videojuegos), adquieren especial relevancia las denominadas interfaces hápticas, que facilitan su operatividad mediante la combinación de las sensaciones somestésicas (tacto, movimiento y fuerza), junto con las visuales y auditivas. Este tipo de interfaces facilitan tocar objetos y sentir sus propiedades a distancia y suelen utilizarse en aplicaciones robóticas (medicina principalmente) y para interactuar en entornos virtuales controlados y generados por ordenador.

Información complementaria. El olfato y el gusto son los otros dos sentidos que nos proporcionan información del exterior a partir de los estímulos químicos. A pesar de no estar tan desarrollados como el de la vista, el oído y el tacto, su concurrencia es fundamental y parte esencial de las experiencias humanas. La nariz y la lengua están interconectadas y sus sistemas receptivos complementan la información que recibimos.

Las percepciones agradables que nos transmiten los olores y sabores determinan parte de nuestro comportamiento y, por tanto, condicionan nuestras actividades. Pensemos, por ejemplo, en los olores y sabores que nos trasmite una buena comida y las sensaciones que nos generan. De la misma manera en que olores y sabores desagradables cambian y alteran nuestras acciones.

La información transmitida por estos sentidos se ha utilizado, tradicionalmente, en el ámbito del diseño y de la ergonomía de forma moderada, dadas las restricciones que plantean la correcta y concreta discriminación e identificación de este tipo de estímulos. Pensemos en la concurrencia de dos olores o de dos sabores simultáneamente y las dificultades que en general podemos tener para diferenciarlos e identificarlos. Otro ejemplo que podemos constatar es la escasa información que percibimos por medio de estos sentidos cuando estamos resfriados. Por ello, como fuentes de información se han utilizado de forma restrictiva y su eficacia se ha limitado a señalizar aspectos relacionados con la prevención, o estados de advertencia y alarma (por ejemplo, el olor que se asocia al gas, elemento de por sí inodoro).

Pero debemos también tener en cuenta que poseen algunas características particulares, sobre todo la capacidad de conectar ciertos olores y sabores con recuerdos o con acontecimientos concretos de nuestras vidas. Esta capacidad de conservar y establecer  asociaciones entre olores y hechos pasados y aprendidos en el pasado convive con la capacidad de habituación a ciertos tipos de olores, sobre todo aquellos con los que entramos en contacto frecuentemente. El umbral de estimulación olfativa es un valor que se utiliza para mesurar los niveles de concentración odorante que puede tener efecto en determinados grupos de personas.

En el ámbito del diseño la información que proporcionan estos sentidos es importante para diseñar embalajes y envases que mantengan los alimentos en las mejores condiciones de conservación. Sobre todo en la selección de los materiales adecuados, es vital que no desprendan olores ni sabores que puedan contaminar los propios de los productos alimenticios. Por la misma razón, se deben seleccionar los materiales que intervienen en la fabricación de los utensilios de cocina que entran en contacto directo con los alimentos.

Otro ámbito específico en que este tipo de información es importante es el diseño de juguetes, objetos y material escolar de los niños, sobre todo por la toxicidad que pueden suponer algunas sustancias (recordemos la importancia de la etapa oral de los niños entre uno y dos años, que utilizan este sentido para conocer texturas y formas y aproximarse a todo aquello que los rodea).