1. El diseño como actividad humana

1.4. La dimensión pública del diseño

Los entornos clásicos en los que interactúan las personas son la naturaleza y el espacio urbano. El proceso de adaptación a cada uno de estos entornos se ha desplegado en función de las capacidades físicas y cognitivas de los seres humanos, en el caso del entorno natural, y se ha complementado con las capacidades socioculturales en el caso del diseño y planificación de las ciudades o entornos urbanos (Echeverría, 1999).

Las ciudades se rediseñan continuamente para hacerlas más habitables, adaptándose a las personas y modificando sus infraestructuras en función de los avances de la sociedad de la información y comunicación y de las innovaciones tecnológicas. Estos avances impulsan el proceso de globalización que no debe olvidar los principales actores de la sociedad. Desde el punto de vista del diseño centrado en las personas, la globalización no debe utilizarse para homogeneizar la manera de vivir y de comportarse, sino para promover un diseño que tenga en cuenta la diversidad humana y la igualdad de oportunidades. Algunos de los factores relativos a la diversidad humana, el diseño universal y la accesibilidad los trataremos en los siguientes apartados.

A diferencia de la dimensión doméstica o privada, la dimensión pública del diseño se manifiesta en la configuración de un entorno que promueve y facilita la vida pública, principalmente, el flujo o movilidad de las personas y las interrelaciones sociales. En esta dimensión pública del ser humano el diseño centrado en las personas desempeña un rol fundamental en la planificación de los contextos urbanos. Desde sus inicios, los proyectos de diseño urbano toman en consideración las actividades que deben procurar los espacios públicos. Las características y tipología de actividades determinan los requisitos básicos que se deben tener en cuenta para que las personas puedan realizar correctamente sus tareas cotidianas compartiendo un escenario común: desplazarse a su lugar de trabajo, consumir productos y servicios, disfrutar de actividades de ocio, etc. Pero también debemos ser conscientes que los espacios públicos se han diseñado tradicionalmente para un determinado tipo de personas. Como bien apunta Muxí (2006), las ciudades se han planificado para hombres de mediana edad, con plenas capacidades físicas, con trabajo estable y solvencia económica. Sin embargo, las necesidades de esta tipología de personas no son las únicas que deben imperar en el diseño de los espacios urbanos. También es necesario incorporar las necesidades y las perspectivas de género que diversifican y enriquecen la vida pública, la adaptación de los espacios públicos a las diferencias físicas y generacionales y ofrecer lugares públicos que faciliten la integración cultural de grupos humanos distintos.